El debate en el ámbito arquitectónico sobre la divergencia entre los gustos de la ciudadanía (así, generalizando) y los de los arquitectos, es un debate bien antiguo.
Las razones de la disensión son muchas y variadas. Algunas las explica el arquitecto argentino Amancio Williams en una carta de 1943 a su hermano Mario, con motivo de la vivienda que le estaba proyectando. Cada frase de esa carta no tiene desperdicio, y resume lúcidamente el complejo debate del que hablamos.
La cuestión es que los arquitectos pasamos un mínimo de 6 años de nuestra preciada juventud sometidos a un profundo lavado cerebral que nos hace aceptar como normales unos gustos que cualquier otra persona no soportaría sin una anestesia previa. Y claro, al final de nuestra “iniciación en la secta” no nos acordamos de lo que pensábamos antes de entrar, ni de que lo más normal es que al resto del mundo le parezcan aberraciones unas obras que para nosotros son de culto, (como esto y esto).
El caso es que al final la “gente normal” son nuestros clientes, y que todos ellos viven en edificios que hemos construido los arquitectos. Y esto es especialmente sangrante en el caso de la vivienda pública, en el que el día del reparto de llaves te puedes llevar el disgusto de tu vida, así sin anestesia ni nada. Y aparte de que a unos les gusten los colorines más o menos, lo que para mí no es tolerable es construir viviendas que más que viviendas parezcan cárceles, por mucho que el fotomontaje previo sea muy bonito, o que las viviendas sean de alquiler temporal para jóvenes, o la infinidad de adjetivos esdrújulos que quiera poner el arquitecto en la memoria.
Se puede argumentar que tiene que existir la experimentación para que el modelo de vivienda avance, porque no podemos vivir en las mismas casas que hace 100 años. Pero no creo que sea justo experimentar con las casas de los demás, y sobre todo, con su dinero.
Las opiniones y los comentarios polémicos son bienvenidos, como siempre.
Hola,
ResponderEliminaren este caso, creo que no voy a polemizar (pero sólo por ser la primera vez), puesto que, y es importante el orden, la tesis del post está en acuerdo con la mía propia. Se agradeze
De hecho, sólo quiero puntualizar un par de detalles de la carta, que efectivamente no tiene desperdicio:
- Es sorprendente el número de veces que se usa el Zeitgeist (término moderno de hablar del "espíritu de la época") para soportar acciones.
- Como bien comentas, la arquitectura se basa en unos clientes que son los destinatarios del "producto" y creo que en la arquitectura, así como en cualquier otro campo, imponer el producto al cliente o incluso influir en el cliente para que cambie sus gustos ad-hoc es cuanto menos cuestionable.
- Por último, creo que en su carta Amancio cae en alguna que otra contradicción: No puede sostenerse a la vez que los arquitectos de las catedrales buscaban "la mejor construcción en piedra para resolver su problema" y luego ignorar, incluso despreciar que el problema objeto de la arquitectura hoy en día es la de proporcionar un hogar útil y cómodo.
Fin de parrafada.